domingo, 4 de abril de 2010

Nadie me invita


Una de las situaciones más dolorosas para los padres es constatar que uno de sus hijos no tiene amigos. Pero en lugar de sufrir deben averiguar las causas. ¿Hasta qué punto intervenir?


El caso
“Estamos preocupados, incluso tristes. ¡Nuestra hija de 12 años no tiene amigas! No es que sea rechazada o aislada en el colegio, pero nos hemos dado cuenta que nunca nadie la invita. Nosotros tratamos de armarle panoramas con sus compañeras de curso, convidándolas a nuestra casa o al cine; sin embargo, no es raro que deba llamar a cuatro antes de que alguna le diga que sí.Nuestra impresión es que a ella no le importa, ya que es absolutamente capaz de entretenerse sola: le gusta leer, cocinar, hacer collares, pintar. Creemos que en parte importante puede deberse a que es extremadamente perfeccionista y que no sólo se exige mucho a sí misma, sino también a los demás. Por eso a lo mejor al resto de las niñitas les produce lata estar con ella. ¿Cómo ayudarla?”.


En la pre-adolescencia, los niños ya han comenzado a establecer lazos con sus pares, adquiriendo así una mayor autonomía e independencia de los padres. La amistad cobra una importancia fundamental, pues, entre otras cosas, fortalece las habilidades sociales, otorga seguridad emocional y sentido de pertenencia y, sobre todo, suministra el apoyo que el adulto en ocasiones no puede brindar. Es por eso que la ausencia de amigos no es un problema menor.El hecho de que un niño esté aislado suele hacerse patente. “Cuando son más pequeños, los niños, si bien tienden a estar en grupos, tienen un juego más solitario (juegos en paralelo). A partir de los seis o siete años, comienzan a interactuar más: los juegos implican compartir reglas, ponerse de acuerdo, colaborar para conseguir un fin y necesitan echar mano a sus habilidades de socialización y negociación para ser incluidos, integrados y respetados. Hay mucha más conciencia del otro y de las preferencias personales también”, señala Carolina López, psicóloga clínica especialista en adolescentes de Serjoven y académica de la Universidad de Chile.Pero entre los 11 y 12 años, se establecen las bases de las relaciones sociales. Alejandra Díaz, psicóloga infanto-juvenil, miembro del equipo de adolescencia de la Clínica Las Condes, agrega: “En la adolescencia se consolida el sentimiento de intimidad. El grupo ‘contiene’, apoya, a medida que se desarrolla la identidad. Por ello el establecimiento de vínculos íntimos con los pares resulta imprescindible en esta etapa”.


Un componente adicional
En el caso particular que se describe, el perfeccionismo que relatan los padres puede ser, como ellos bien señalan, el punto de partida de este aislamiento social. “Generalmente estas personas son hipercríticas y descalificadoras con los demás, no toleran cambios, intentan imponerse, se toman las opiniones de los demás hacia ellas como una crítica e incluso les falta sentido del humor”, agrega Alejandra Díaz. Aún así, hay que entender que puede tratarse de un estilo de personalidad más reservado e introvertido, y que en ese sentido se sienta cómoda en la soledad. Muy útil resulta analizar los reportes del jardín infantil y colegio, donde pueden haber comentarios sobre su desarrollo en el área social: a qué jugaba, con quiénes jugaba, si participaba, etc. Si efectivamente es más retraída, hay que respetarla, pero también propiciar de vez en cuando el contacto con sus compañeras y exponerla a cambios, como panoramas de último minuto, y a la posibilidad de que se equivoque.En todo caso, es muy raro que una situación constante de rechazo o no integración por parte de los pares no genere un impacto en la autoestima. “Hay chicos que logran defenderse de esta situación, que hacen parecer que no les importa, pero su malestar se expresa a través de tristeza, ansiedad o bajo rendimiento.”, señala Carolina López. Incluso puede llegar al abandono escolar o la necesidad de cambio de colegio.


Plan de acción
“Lo primero como padres es identificar la situación de aislamiento y ver las posibles causas”, señala Carolina López, quien agrega que no es tarea fácil. “Es simple cuando el que es rechazado por sus compañeros es abiertamente conflictivo, pero cuando se trata de niños más tranquilos, ansiosos o tímidos, el rechazo es más pasivo. Muchas veces vemos chicos que parecen estar integrados a un grupo, pero al observar la dinámica se hace notorio que no son considerados, que no los involucran en las conversaciones ni los invitan a los panoramas”.

A partir de esto, los padres debieran:
1. Tener una conversación directa y clara con su hija respecto a lo que a ellos les preocupa. “Deben escucharla abiertamente para acceder a su mundo interno y entender, desde ella, lo que le pueda estar pasando”, asegura Díaz.
2. Analizar cuán exigentes están siendo como padres, ya sea directa o indirectamente. Incluso más: el que la niña se relacione bien puede ser una exigencia más que le están imponiendo.
3. Reunirse con el profesor jefe para que éste informe sobre el desarrollo social de la niña en el colegio. “Al ser quien está más horas a la semana con el curso, puede señalar si es un comportamiento habitual o bien discriminar cómo funciona según la actividad a realizar”, dice Marta Álvarez, psicóloga del Servicio de Psicología Integral de la Universidad del Desarrollo. “Muchas veces estos niños son líderes en las actividades escolares y retraídos en las actividades libres. En ese sentido, podría ser un aporte que los profesores la hagan liderar actividades extracurriculares y no académicas, de manera que pueda ir situándose en diversos roles, y no sólo en uno”.
4. Identificar sus fortalezas y usarlas en favor de su autoestima. Una situación de rechazo sostenida y sin intervención puede llegar a afectarla y tener importantes secuelas: hay niños que desarrollan una identidad basada en rechazo, que definitivamente se sienten no queridos por el resto; otros se vuelven más conflictivos, más aislados o bien rechazan o se burlan de otros niños. Mientras antes se intervenga a nivel de curso para evitar que estas situaciones se prolonguen demasiado, menos herido saldrá el niño y tendrá menos secuelas en su desarrollo.
5. Fomentar su inserción en talleres extracurriculares, como cocina, manualidades, deportes. “Llama la atención que ella disfrute con esas actividades, pero en soledad. Integrarse a un grupo puede ser beneficioso en cuanto a que le permite poner en práctica habilidades sociales que implican trabajar en equipo, tolerar la frustración y favorecer el sentido de pertenencia”, agrega Marta Álvarez.
6. Realizar un control sano con un pediatra especialista en adolescencia para evaluar su desarrollo puberal. “Muchas veces los cambios en esta área que son más precoces o retardados generan aislamiento y vergüenza”, agrega la especialista.
7. Pedir la evaluación de un especialista, sobre todo si los cambios introducidos por el colegio y familia no dan resultado a corto plazo.





Luis López López

Tutor coordinador del ramo.

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1 comentarios: on "Nadie me invita"

David Carrizo dijo...

En realidad de peqeueña nunca tuve ese problema la verdad es que siempre estuve rodeada de familiares amigas y compañeras de curso, sin embargo hoy en dìa, la cosa es diferente, siento un poco la distancia de familiares y amigas, aunque " a modo de opiniòn" o sugerencia; en cuanto a mi sentir no me afecta tanto, la verdad es que me atengo al dicho "mas vale estar sola que mal acompañada". Pero mira la verdad es que debido a la edad de esta niña es un poco raro q ocurra esta situaciòn, motivo por el cual se deberìa primero que nada analizar el entorno familiar de donde es: tiene hermanos(as) que lugar ocupa, si no los tiene interrelaciona con algùn familiar o que le de seguridad y fomente su modo de socializaciòn con el mundo externo al familiar? si no es asì, la madre deberìa por lo menos suplir esta carencia afectiva siendo madre y amiga mientras su hija encuentre algùn apoyo y compañìa, ademas de no tomarselo tan apecho la madre que al parecer es la màs ansiosa en que su hija tenga amigos.Pero hay que ir por parte para obtener esto en mi humilde opiniòn.