sábado, 10 de abril de 2010

sin alcohol no hay fiesta



Preocupante....

El consumo de alcohol en Chile está empezando a los 13 años y, según estudios del Conace, 1 de cada 3 adolescentes toma en exceso los sábado por la noche. Lo peor es que casi la mitad de ellos no lo encuentra peligroso. ¿Cómo hacerlos tomar conciencia?
El desafío no es nada fácil, porque pareciera que ni siquiera las imágenes más crudas de accidentes y muertes por consumo de alcohol hicieran a los adolescentes reaccionar. Si el 31% de ellos (12 a 18 años) declara tomar, es porque algo en la prevención está fallando. Si el 16% de ellos señala beber más de cinco tragos por salida, es porque definitivamente no tienen idea del daño que se están haciendo. Lograr que tomen conciencia requiere poner en marcha simultáneamente y en forma permanente muchos mecanismos de prevención.

Falta coherencia
Pese a la preocupación transversal entre los padres, se dan contradicciones. “Hay una percepción de que el consumo no es malo mientras no ocurran cosas malas. Hay chiquillos con 18 años y dos detenciones por manejo en estado de ebriedad, pero mientras no pase nada grave, mientras no hayan accidentes, los papás no reaccionan más que con un reto”, dice Cristián Miranda, terapeuta ocupacional del Centro de Adicciones de la UC.
Es así como la concepción del consumo de alcohol como una conducta normal y aceptable en los adolescentes figura quizás, como el factor que más juega en contra de la toma de conciencia por parte de ellos mismos. Sin embargo, también influye la permisividad entre los adultos. “A veces los padres son súper claros en que no quieren que sus hijos tomen, pero en el almuerzo que organizan el fin de semana hay un alto consumo de alcohol… dan un mensaje contradictorio. Sin darse cuenta, establecen una cultura familiar proclive al trago”, señala Bella Rossi, psicóloga especialista en adolescentes del Instituto Médico Schilkrut.
Lo que no se está considerando es que los alcances del alcohol en los adolescentes son muy negativos (y he aquí buenas razones para que éstos tomen conciencia). Primero, porque la adolescencia es una etapa de por sí riesgosa: el niño está buscando, se está conociendo, viendo cuáles son sus límites, muchas veces sobrepasándolos. Segundo, porque a esa edad aún están en etapa de desarrollo. El cerebro no ha terminado de madurar y es más proclive a generar adicción; un preocupante 17% de los adolescentes entre 12 y 18 años exhibe un consumo problemático, porcentaje que sube a 25% en el tramo de 19 a 25 años. Tercero, porque impacta enormemente la estabilidad emocional. “Las niñitas se vuelven más desinhibidas bajo los efectos del alcohol, lo que las puede llevar a conductas sexuales que no aprobarían si no hubieran tomado”, dice Bella Rossi. “Igualmente, un niño impulsivo puede verse envuelto en peleas que probablemente en su estado normal habría podido evitar”.
Por otra parte, los adultos no han logrado transmitir que la diversión, el placer en la vida, no sólo se consigue a través del alcohol u otras sustancias. “Los adolescentes tienen una vida súper pobre”, opina Cristián Miranda. “El consumo es el gran panorama del fin de semana. Otras actividades como hacer deporte con los amigos, participar en alguna agrupación, hacer un voluntariado, han perdido terreno. A los chiquillos hoy les cuesta pasarlo bien, no tienen capacidad de goce, de disfrute”.
Con él concuerda Andrés Bortzuzky, psicólogo del Instituto Médico Schilkrut, quien agrega: “La tarea de los padres es ver cómo competir con el ‘carrete’, cómo crear un estilo de vida que tenga actividades sanas y lograr que los hijos prefieran eso en vez de lo otro”.
Prevenir desde siempre
Hay consenso entre quienes trabajan el tema en que la prevención debe ser a todo nivel y permanente en el tiempo.
A nivel familiar, ésta debiera comenzar “casi desde la cuna”, piensa Bella Rossi. “Se deben formar hábitos de vida en general, poniendo límites a las conductas, siendo un modelo de coherencia entre lo que se dice y se hace”. Todo esto le permitiría al niño regularse con respecto no sólo al alcohol, sino con cualquier otra conducta.
Ya de más grandes, es importante explicitarles qué es lo que se espera de ellos: si no se aprueba el consumo de alcohol en general o si se permite a partir de los 18 años, cuáles serán las sanciones si trasgreden la regla, etc. El impacto de esta medida se ve reflejado en un estudio que realizó el Instituto Médico Schilkrut hace poco más de un año: a mayor control parental con respecto al consumo de alcohol y a los horarios de salida, menor consumo (ver gráfico).
Y eso parece estar faltando. “Actualmente, pasarse de la raya no tiene ningún costo que ellos puedan visualizar”, señala Cristián Miranda. “¿Cuánto más toma conciencia un joven al que lo van a buscar a la posta intoxicado y lo castigan por un mes? Mientras que ponerlos a hacer trabajo social, mandarlos a charlas sobre el tema, sentarlos a conversar con alguien que está en el problema puede tener un real impacto en ellos”.


Ternura y firmeza
Todos concuerdan en que en esta etapa de rebeldía, decir “no tomes” es ineficaz e irreal; lo más probable es que lo hagan igual. Pero cuando pueden palpar los costos del alcohol en ellos, es más probable que lo interioricen, siempre y cuando esté basado en un vínculo afectivo. “Claridad y firmeza en los límites, pero con afecto y flexibilidad”, dice Bella Rossi. “Muchos padres me preguntan cómo van a poner una regla clara si después sus hijos parten a la fiesta y ahí ya no pueden controlarlos. Pero, yo creo que si hay un límite claro y hay un vínculo fuerte, esos niños van a incorporar la norma a su conducta”.
El temor, en ese sentido, es el peor enemigo de la prevención. Y hoy muchos padres están sintiendo miedo de enfrentar a sus hijos. “A veces para los padres asumir que hay un problema, es un problema”, piensa Cristián Miranda.
Focalizar es la clave
Esta misma línea es la que debiera haber a nivel de colegio, donde lo ideal es comenzar a educar en los riesgos y efectos del alcohol en los años previos a que se inicien en el consumo. El objetivo es que se aprendan a cuidar, “pero sin discursearles”, dice Paulo Egenau, director de la Fundación Paréntesis. “Que los choques, que los accidentes, que el alcohol mata neuronas… son frases verdaderas, que teóricamente tienen un impacto preventivo, pero en la práctica se ha demostrado que no. Hoy, hay que considerar que los adolescentes no son un núcleo, sino que son tremendamente heterogéneos. Por eso la prevención hoy implica focalizar, considerando no sólo adolescencia, sino comuna, barrio, hábitos de consumo, sexo y región del país”.
Manuel José Ovalle, quien se dedica a la organización de eventos en casas, señala que es fundamental la elección de quienes hablan de este tema con los jóvenes. “Todas las instituciones que son estigmatizadas por ellos no sirven. Es tiempo perdido. Interlocutores válidos son sus pares (hermanos, primos) o personas de su edad que puedan dar testimonio de los efectos nocivos del alcohol”.

5 fenómenos actuales
Sin afán de alarmar de más, y mucho menos generalizar, ponga atención con estos fenómenos que se están dando en la actualidad.
1. Gran consumo en el corto plazo: Comprar una “promo” (1 botella de pisco o ron + 1 bebida) para compartirla entre dos, máximo tres personas. “Con esto el ‘carrete’ recién comienza; ya a la una de la mañana, cuando están en un local, siguen tomando”, dice Cristián Miranda, terapeuta ocupacional del Centro de Adicciones de la UC. “Son consumos importantes en el corto tiempo, quizás no todos los días, y por lo mismo llegan tantos chiquillos a la urgencia intoxicados”.
2. “Llego mañana”: Los adolescentes están acostumbrándose a alojar fuera de la casa. Al otro día, los padres los ven más repuestos… nunca supieron en qué estado llegaron la noche anterior.
3. Consumo a la par entre hombres y mujeres. Incluso a veces son ellas las que toman más; dada su biología, se embriagan más rápido.
4. Intencionalmente dejar de comer para que el alcohol tenga mayor efecto sobre ellos.
5. Juntarse a tomar: Los participantes no son amigos entre sí, sino que sólo se reúnen con ese fin. Nadie sabe de la vida del otro y la conversación no se da hasta que empiece a hacer efecto el alcohol.
Los Límites, un factor protector
Los jóvenes con permiso para asistir a fiestas más allá de las 2 de la madrugada tienen un 40% más de probabilidades de iniciarse en el consumo de alcohol que aquellos que reciben ese límite horario por parte de sus padres. 3 de 4 jóvenes que consumen alcohol declaran tener la autorización de sus padres para hacerlo.


Fuente: Encuesta Jóvenes y Alcohol. Octubre 2007. Instituto Médico Schilkrut.

Loreto Isla M.
Tutora Ayudante Psicología del Desarrollo II




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